Hay un defecto del cual nadie en el mundo es libre, que cada uno en el mundo odia cuando lo ve en otra persona, y del que casi nadie, excepto los cristianos, nunca se imaginan que son culpables ellos mismos.
He escuchado a personas admitir que son de mal carácter, o que no pueden controlar la cabeza en asuntos de chicas o bebidas, o incluso que son cobardes.
Creo que jamás he oído a nadie que no era cristiano acusarse de este vicio.
Y al mismo tiempo he conocido a alguien muy raro, que no era cristiano, que mostró la más ligera piedad por ello en los demás.
No hay defecto que hace que un hombre sea más impopular, y no hay defecto del que somos más inconscientes en nosotros mismos.
Y lo que más tenemos en nosotros mismos, es lo que más nos desagrada de los demás.
El vicio del que estoy hablando es el Orgullo…
… De hecho, si tú quieres averiguar cuan orgulloso eres, la manera mas fácil es preguntarte tú mismo: ¿Cuánto me desagrada cuando otras personas me desaíran? ¿O se niegan a hacerme caso? ¿O cuando otros “meten su cuchara”? ¿O se niegan a favorecerme? ¿O cuando los demás sobresalen?
El punto es que el orgullo de cada persona, está en competencia con el orgullo de los demás.
Por que yo quiero ser el centro de la atracción, es que me molesto cuando alguien más quiere ser el centro de la atracción.
C.S. Lewis “Simple Cristianismo” Capítulo 8 (Justin Taylor - Between Two Worlds)Traducción: Guillermo de Lama
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