Pero tengo unas pocas cosas
contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que
enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas
sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación. 15Y también tienes a los
que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco.
(Apocalipsis 2:14-15)
Estamos haciendo una serie muy corta de exposiciones
relacionadas con la doctrina de Cristo como la Cabeza de la iglesia.
Como Bautistas creemos en la autonomía de cada iglesia local
bajo Cristo como Cabeza de la misma; es decir, Cristo es el Único quien tiene autoridad,
poder y control sobre la iglesia local. De esta VERDAD escritural, se
desprenden muchos principios, dentro de los cuales podemos enumerar los
siguientes:
En primer lugar, es Cristo quien gobierna en la iglesia
local; por lo tanto, Él es quien manda, Él es quien rige, Él es quien guía, Él
es quien dirige en todos los asuntos relacionados con ella por medio de la
Biblia.
En Segundo lugar, cualquier forma de gobierno que de
preeminencia a hombre, sea un oficial de la iglesia o un miembro de ella, o a
un grupo dentro de ella, es anti bíblico. Por ello, cuando en la práctica
sucede esto, se ha decapitado aquella congregación separándola de Cristo como
su Cabeza y estableciendo el consejo del hombre para dirigirla; en
consecuencia, deja de ser una iglesia cristiana.
Todo aquel que dice ser cristiano, debe reconocer a Cristo
como Aquel quien gobierna Su iglesia por medio de Su Palabra escrita, fielmente
interpretada y aplicada.
La Iglesia es
una Teocracia
Dijimos que la iglesia es una teocracia ¿Qué significa esta
palabra que no se encuentra en las Sagradas Escrituras?
La definición de la palabra “teocracia”, que ya hemos dicho
no se encuentra en la Biblia como tal, este término apareció por primera vez
cuando el historiador judío Flavio Josefo escribe contra Apión; la Enciclopedia
Rialp dice de ello:
«violentando el idioma», dice él mismo, para distinguir el régimen político-religioso judío de los otros coetáneos (monarquía, oligarquía, democracia, etc., conforme a la clasificación típica de Platón, Aristóteles, Polibio, Cicerón, etc.; V. GOBIERNO III). «Nuestro legislador -añade- no se fijó en ninguno de esos sistemas de gobierno sino que... instituyó la teocracia, situando en Dios el poder y la fuerza»;
La Escritura del Antiguo Testamento nos enseña que,
en esta forma de gobierno teocrático, se coloca a Dios como el que gobierna a
su pueblo hebreo, por medio de Su siervo Moisés.
Lo que la Biblia enseña de manera clara y contundente, siguiendo
el concepto de una Teocracia, es que una iglesia no puede tener una vida
independiente de la Ley Moral de Dios, ni de los mandamientos ordenados para la
iglesia en el Nuevo Testamento, ni separada de los principios morales enseñados
en el Antiguo Testamento; si una comunidad vive de esa forma; entonces ha
dejado de ser una iglesia de Cristo, porque el Señor ha dejado de ser su
Cabeza.
La Persona de Cristo no puede ser separada de los
mandamientos y los principios establecidos por Él mismo. Lo que quiero decir es
que si Cristo es el Rey Soberano, la Cabeza de la iglesia, entonces Él gobierna
sobre ella por medio de Su Palabra escrita.
Cristo es el Pastor de la iglesia, pero también vemos que
las Sagradas Escrituras enseñan de un pastorado que se lleva a cabo en la
iglesia, el pastorado de Cristo por medio de los ancianos:
Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre. (Hechos 20:28)
Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. (1 Pedro 5:2,3)
Vamos a tratar este asunto del oficio de pastor como “siervo
de Dios” en la iglesia local con un poco mas de amplitud que en la enseñanza
anterior, donde afirmamos que los pastores no son la cabeza de la iglesia
local; pero quisiera que veamos también el otro lado en este asunto, y es la
idea de que “la membrecía” es la cabeza de la iglesia; es decir, en
nuestros días se ha llegado a pensar que los miembros de una iglesia local son
los que deben decidir todos los asuntos que le corresponden a ella por medio de
una “votación democrática” donde “la mayoría es la que manda”: un creyente
bíblico debe rechazar esa idea, porque la Biblia no enseña eso; sin embargo,
este es el pensamiento que se ha establecido como práctica en algunas congregaciones Bautistas
(aun en las que se autodenominan “confesionales” – porque no conocen la Confesión),
de tal manera que los destinos de la iglesia son aprobados, o desaprobados, por
“la mayoría de las ovejas”. Esta es la necedad más necia que he podido
escuchar.
Definición de
la Iglesia
Me parece necesario que comencemos haciendo una definición
de lo que es una iglesia; para ello, usaré el primer párrafo, del capítulo 26,
de la Confesión Bautista de Fe de Londres de 1689, seguida de una breve
explicación:
La iglesia católica o universal, que (con respecto a la obra interna del Espíritu y la verdad de la gracia) puede llamarse invisible, se compone del número completo de los electos que han sido, son o serán reunidos en uno bajo Cristo, su cabeza; y es la esposa, el cuerpo, la plenitud de aquel que llena todo en todos.
Es evidente que nuestros padres Bautistas no siguieron a los
teólogos de Westminster en cuanto a la Doctrina de la Iglesia, se puede
advertir que ellos adicionaron las palabras: “que (con respecto a la obra interna del Espíritu y la verdad de la
gracia) puede llamarse invisible”; y lo hacen con la intensión de
clarificar lo que significan las palabras “iglesia invisible”
La iglesia del Señor Jesucristo, es “invisible” en el
sentido en que la obra interna de gracia efectuada por el Espíritu Santo, por
medio de la cual un pecador es salvado y unido a Cristo: es invisible.- no se
puede ver con nuestros ojos carnales; solamente en ese sentido lo es, ya que la
iglesia es “visible” en el mundo.
En su comentario a la Confesión de Westminster, Archibal
Alexander Hodge, escribe lo siguiente en cuanto a la “iglesia invisible”
Sin embargo, a esta Iglesia se le llama invisible—(a) porque las partes de ella en cada lugar o tiempo visible son sumamente pequeñas comparadas con el cuerpo, como un todo en su plenitud formado de los santos de todas las naciones y tiempos, y—(b) — porque aun en las secciones de este cuerpo visible para nosotros, su bosquejo es incierto. Muchos que parecen miembros de ella en realidad no lo son, y muchos que verdaderamente pertenecen a ella, su relación no nos es manifiesta. Los ojos humanos no pueden marcar con seguridad los límites entre la Iglesia y el mundo. Entre tanto, la verdadera Iglesia no está todavía perfectamente desarrollada y manifestada, sino se oculta tras la iglesia aparente, como el grano de la semilla que crece oculto dentro de la espiga, y en este sentido es invisible, porque lo que constituye la esencia de esta Iglesia no es la profesión y fruto visible, sino la posesión invisible de la vida divina; de la que proceden la profesión y el fruto.
Es importante notar las palabras de Hodge cuando afirma:
“Muchos que parecen miembros de ella (la iglesia de Cristo) en realidad no
lo son, [es decir: ellos ya fueron recibidos como miembros en la iglesia
local visible por la apariencia de una profesión verdadera de fe]; y muchos que
verdaderamente pertenecen a ella, su relación no nos es manifiesta [es
posible que la gracia salvífica un no haya sido aplicada al escogido que se
encuentra aun muerto en sus delitos y pecados, pero también pienso en la
regeneración alargada del puritano William Perkins]”; entonces, si muchos que
parecen miembros de la iglesia del Señor no lo son en realidad, ¿Cómo puede encajar
“la votación democrática” - de aquellos que están en la iglesia visible, pero
no pertenecen a la iglesia invisible - para tratar asuntos relacionados con la
moral, la justicia y la disciplina dentro de la iglesia? Esto es
importante mantener en nuestras mentes a lo largo de este breve artículo; y no
nos olvidemos incluir dentro de esta “iglesia invisible” a los pastores y a los
diáconos, ellos también son “ovejas” ejerciendo un oficio bíblico.
La iglesia universal está compuesta del número de los
electos, pero nosotros no podemos conocer con plena certeza quiénes son los
electos, y quiénes no lo son; de allí que las Sagradas Escrituras nos dicen
claramente que “el Señor conoce a los suyos…” (2Ti 2:14); Él es quien discierne
infaliblemente el corazón de los hombres.
De la membrecía
de la Iglesia
Todos los que han sido escogidos desde antes de la fundación
del mundo; todos y cada uno de ellos, serán unidos a Cristo, quien es la Cabeza
de la Iglesia.
Sin embargo, las Escrituras nos hablan de iglesias locales
visibles, a las cuales deben unirse todos los santos visibles. El Segundo
párrafo de nuestra Confesión de 1689 declara lo siguiente:
Todos en todo el mundo que profesan la fe del evangelio y obediencia a Dios por Cristo conforme al mismo, que no destruyen su propia profesión mediante errores fundamentales o conductas impías, son y pueden ser llamados santos visibles; y de tales deben estar compuestas todas las congregaciones locales.
Es evidente, en lo vamos leyendo, que una persona que tiene
una conducta impía, mundana, liberal y antinomiana: ha destruido su profesión
de fe de labios; y los tales no podrían ser llamados “santos visibles”; pero
sabemos que existen congregaciones que admiten en su membrecía oficial a
personas con tales características profanas y ello debido muchas veces a “su
inteligencia teológica”, “sus títulos académicos de seminarios reformados”; es
decir, vivimos en días en que se ha elevado a la categoría de “regenerado” a
aquella persona que, aunque exhibe fruto malo, tiene credenciales académicas
reformadas.
Debemos reconocer también que “aquellos quienes han
destruido su propia profesión de fe”, con tales frutos espirituales malos, se
hacen también pastores y diáconos; entonces, si una congregación está
conformada por personas cuyo fruto espiritual no es bueno: ¿Cómo se puede convocar a los tales a las “votaciones
democráticas” en una iglesia visible local?; ¿Cómo podría votar el chismoso, el
de lengua mentirosa, el engañador, el altivo, el testigo falso?; ¿Cómo sería el
“voto democrático” de aquellos quienes tienen un corazón que maquina planes
perversos? Y la pregunta más importante sería la siguiente ¿A dónde llevaría el “voto democrático” de los tales a la
iglesia local de la cual ellos son miembros oficiales?
La Biblia, la historia y la experiencia nos han enseñado de
aquellos quienes tienen apariencia de piedad, cuando se acercan a una
congregación para solicitar la membrecía oficial en ella, tales personas
ocultan las maldades de sus corazones al principio; pero poco a poco, luego, se
van haciendo evidentes después de haber sido recibidos como miembros. La
Escritura no falla cuando dice: “Los pecados de algunos hombres se hacen
patentes antes que ellos vengan a juicio, mas a otros se les descubren después”
(1Ti 5:24) – Bueno, mis preguntas continúan.- ¿será sabio
llamar a la “votación democrática” a los miembros, incluidos pastores y
diáconos, cuyos pecados son evidentes dentro de la congregación?
La pregunta más importante: ¿Dónde
se enseña en la Biblia de una votación democrática de las ovejas miembros de una
iglesia?
¿Qué pasa
cuando la iglesia tiene una membrecía mixta: regenerados y no-regenerados?
En nuestro estudio anterior vimos el caso del pastor
Jonathan Edwards, quien fuera expulsado por las ovejas de su iglesia cuando él
se opuso a que pasen la cena del Señor aquellos quienes habían “destruido su
profesión de fe con conductas impías”. La votación fue 90% para que se expulsara
al pastor y 10% en apoyo a su decisión bíblica.
Este es un riesgo muy alto cuando se permiten dentro de la
membrecía de la iglesia a profesantes que no demuestran la obra espiritual de
la regeneración. Podemos citar aquí a los llamados “cristianos carnales” del
lado arminiano, y a los “cristianos anti-Señorío”, liberales, mundanos y
antinomianos del ala reformada.
Ni siquiera aquellos quienes creemos en una membrecía
regenerada, podemos ser infalibles en la admisión de un profesante en la
familia de una iglesia local como miembro. Solamente Dios conoce a los Suyos; y
aunque procuramos tener cuidado en ello, podemos equivocarnos al momento de
evaluar al candidato y pueden “colarse” dentro de una iglesia calvinista
histórica, aquellos cuyos sentimientos se inclinan con el nuevo calvinismo,
pueden introducirse personas cuyos corazones aborrecen la Ley Moral de Dios,
así como personas cuyo celo de obediencia no es evangélico, sino más bien un
celo farisaico.
El pasaje citado al inicio de nuestro estudio dice:
Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación. 15Y también tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco. (Apocalipsis 2:14-15)
Aquí el Señor le habla al pastor de la iglesia en Pérgamo, y
le reprocha el hecho de que en su membrecía tenga personas que 1) retienen la
doctrina de Balaam y 2) retienen la doctrina de los nicolaítas.
Balaam había fallado en maldecir al pueblo israelita y el
resultado de esto fue que ya no recibiría el pago por su maldad; sin embargo,
obtiene el pago de Balac al aconsejarle que corrompiera la moral de los
israelitas y así romper su unidad con Jehová Dios. La doctrina de Balaam es
aquella que aconseja engañosamente a los miembros de una iglesia para que vivan
una vida incompatible con la vida que Cristo demanda de los suyos: santidad-separación,
rectitud y justicia. Balaam aconsejó a Balac en el sentido en que los
israelitas se emparejen con las mujeres moabitas, una unidad aborrecible para
Dios; de igual forma en nuestros días vemos una aplicación de la doctrina de
Balaam cuando se anima al pueblo de Dios para que se unan con los católicos
romanos para una lucha en común.
En cuanto a la doctrina de los Nicolaítas, los comentaristas
afirman que: “Los Nicolaítas aparentemente promulgaron principios similares, y
en su orgullosa y rica ciudad estaban dispuestos a admitir la ortodoxia de la
doctrina, siempre y cuando se combinara con una laxitud moral” (F.B. Meyer).
Los Nicolaítas de nuestros días serian aquellos quienes “exigen la afirmación
de las doctrinas de la gracia”, combinadas con licor, tabaco, música mundana,
marihuana, homosexualidad, etc.
Vemos que el pastor de la iglesia en Pérgamo tenía estas “ovejas”
dentro de su membrecía, ¿Cómo corregir aquello que
Cristo le había pedido?; ¿debía el pastor convocar a una “votación democrática”
para debatir el mandamiento del Señor?; ¿Qué hubiesen votado los Balaamitas y
los Nicolaitas?
Los deberes del
pastor de la iglesia local
El pastor debe
gobernar o vigilar la iglesia un pastor gobierna por medio de la enseñanza
de la Palabra de Dios, por medio de su propio ejemplo y por medio de amonestar
a aquellos quienes necesitan dirección y guía.
Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso. (Hebreos 13:17)
La sujeción a la que una oveja es llamada a obedecer, comienza
por la llenura del Espíritu Santo según la enseñanza de la Escritura en Efesios
5:18 y ss. En ese sentido: si no hay llenura del Espíritu, entonces no hay
sujeción a nadie.
La tarea de “amonestar” es una parte del ministerio
pastoral bíblico; el problema es que son pocos los que permiten ser amonestados
cuando necesitan serlo, y esto se observa más en aquellos quienes practican una
obediencia farisaica.
Pero la instrucción del Señor no es la de amonestar a los
Baalamitas y a los Nicolaitas; sino que es una completamente diferente, como
vamos a verlo dentro de un momento.
Otra tarea del pastor
es la de proteger al rebaño por medio de señalar el error y censurando a
aquellos quienes introducen tales errores. Esto no es muy popular en
medio de una generación que ha hecho a los predicadores famosos sus ídolos de
carne y hueso. Sobre todo cuando el diablo ha tenido éxito al hacerle creer a
los jóvenes de hoy que “cualquier maestro que afirme las doctrinas de la
gracia, es un maestro intocable, aun cuando conduzca al error o a la impiedad
con sus otras enseñanzas” ¿Cómo sería la votación
democrática de una membrecía que ha hecho del hombre un ídolo?
El pastor debe ser un
hombre de oración, y seguramente procurará saber si los miembros de la
iglesia son cristianos que oran al Señor. La oración se ha colocado debajo del
aprendizaje teológico; entonces, cuando el pastor indaga sobre la vida de
oración de los miembros de la iglesia, causará la incomodidad y el fastidio de
los “miembros intelectuales que oran insuficientemente” ¿Cómo sería la votación democrática de una membrecía que ora poco (o nada)?
El pastor es un
administrador de las ordenanzas de Cristo, como en el caso del pastor
Jonathan Edwards, quien no permitió que hombres no-regenerados tengan comunión
en la cena del Señor, y ya sabemos los resultados de la “votación democrática”
de aquellos quienes vieron al pastor Edwards como un enemigo. De 253 miembros,
solamente 23 votaron a favor de Edwards, mientras que 230 en contra.
Ninguna
disciplina al presente parece ser causa de gozo
¿Cómo debería de actuar un pastor si tuviera una iglesia
como la Pérgamo?
Bueno, lo primero que debemos decir es que la Biblia nos
dice que Dios no se agrada de tales iglesias y demanda una acción al pastor de
ella. Claro que también debemos creer que han habido, hay, y habrán ministros
que prefieren tapar sus oídos para no oír, tapar sus ojos para no ver y tapar
sus bocas para no hablar; movidos por los intereses personales de ambición y
éxito “ministerial” antes que obedecer la voz de Dios sobre aquella membrecía
cuyas obras son comparables con las obras de las tinieblas.
Jonathan Edwards podía haber perdido el 90% de la membrecía
en su iglesia local, lo cual en estos días sería considerado como un fracaso
ministerial. Para muchos es mejor “mantener a tales miembros con la
esperanza que la predicación los regenere un día” ¡Cuantos hemos caído en este
pensamiento mentiroso!; es igual a la excusa diabólica de un creyente para
casarse con un incrédulo con la esperanza de convertirlo al Señor en algún día.
Eso es mentira porque lo sano no cura lo enfermo, sino al revés: lo enfermo
contamina a lo sano.
Antes de la caída del pastor Jonathan Edwards, quien se
encontraba en las manos de una membrecía airada, el gran teólogo escribe a John
Erskine lo siguiente:
Una dificultad muy grande ha surgido entre mi pueblo, relacionado con las calificaciones para la comunión en la mesa del Señor. Mi honorable abuelo Stoddard, mi antecesor en el ministerio de esta iglesia, mantuvo enérgicamente la Cena del Señor como una ordenanza de conversión, e instó a todos los que no tuviesen una vida escandalosa a venir a ella, aunque cada uno de ellos sabían que no eran convertidos. Anteriormente me conformé con su práctica, pero he tenido dificultades con respecto a ella, las cuales han ido aumentando mucho, hasta que no me atreví más a proceder según esta forma anterior, lo que ha causado gran malestar entre mi gente, y ha llenado todo el país con el escándalo.
El Señor no le da instrucciones al pastor de la iglesia en
Pérgamo para que dialogue con los miembros Baalamitas y los Nicolaitas
de aquella congregación. El Señor demanda una acción al pastor. Tal vez
debemos mirar al Señor con un látigo en la mano limpiando su iglesia echando
fuera lo que está podrido y que puede contaminar al resto.
¿Expulsar de la membrecía a aquellos
quienes no tienen fruto de justicia y rectitud? ¡Hay un costo en ello! ¡Más aun
si los tales son una “mayoría”! ¡Vea usted el ejemplo de Edwards cuyo proceder
bíblico había llegado a ser un escándalo en todo el país!
El pastor, después de un tiempo de oración y meditación en
las Sagradas Escrituras, debe proceder como la Palabra de Dios dice, sin llamar
a una votación democrática, pues esa idea no existe en la Palabra de Dios.
El ejemplo con
la iglesia en Corinto
Un caso de inmoralidad
juzgado
Ciertamente yo, como ausente en
cuerpo, pero presente en espíritu, ya como presente he juzgado al que tal cosa
ha hecho. 4En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos
vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesucristo, 5el tal sea
entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea
salvo en el día del Señor Jesús. (1Co 5:3-5)
El apóstol Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, nos hace
ver la forma en que el pastor (o los pastores) deben proceder en el caso de
ofensas graves como una herejía persistente, inmoralidad sexual y una conducta
desordenada. Y en este ejemplo de la expulsión de la membrecía de un
profesante, notamos lo siguiente: 1) Pablo no
ordena la convocatoria de la iglesia para una votación democrática para el caso
en cuestión, 2) Pablo no le da a la persona
incestuosa una oportunidad para que confiese su pecado y se arrepienta; y, 3) No hay atenuantes que puedan evitar la decisión de
separarlo de la iglesia local.
La pregunta pertinente es: ¿Actuamos
los pastores de esa manera, en esas circunstancias específicas?; ¿O hacemos una
“encuesta” previa para saber el impacto que tal acción podría traer a los
sentimientos de los otros miembros?
Creo que el problema que nos impide actuar de la manera en
que la Palabra de Dios establece, es que los pastores nos amamos mucho (más de
lo que amamos a Cristo), de tal forma que evitamos tomar decisiones que “puedan
traernos escándalo en todo el país”, como lo sucedido al pastor Jonathan
Edwards. Sí, porque sabemos que el expulsado (quien seguramente se ve como el
más santo de todos los santos) iniciará una campaña de desprestigio contra
aquel que tome la decisión de expulsarlo de la membrecía, lo cual demuestra más
su estado de inconverso por lo siguiente: Primero, porque aunque sabe
que su conducta ensucia la cara de Cristo y del evangelio, no le importa en lo
absoluto ser la causa para que otros blasfemen del Nombre del Señor. Segundo,
porque si amase a Cristo en alguna manera, él mismo pediría ser excluido de la
membrecía de la iglesia local y aun suplicar por una restauración, o salvación
de su propia alma; y este último paso toma tiempo, ya que se tiene que esperar
para ver los frutos de justicia como una prueba que el arrepentimiento fue
genuino.
Tal vez podamos dibujar en nuestra mente una reunión entre
el pastor de la iglesia en Pérgamo para tratar el asunto de la doctrina Baalamita
y la doctrina Nicolaita: ¿De verdad creemos que el
pastor debía sentarse a conversar con ellos?, ¿creeremos que Cristo quería que
se les dé un ultimátum para que abandonen sus posiciones doctrinales que
llevaban al libertinaje y la mundanalidad en la iglesia local?
El costo de
aplicar la Palabra de Dios y no la democracia del redil
El que corrige al escarnecedor,
atrae sobre sí deshonra, y el que reprende al impío recibe insultos.
(Proverbios 9:7 -LBLA)
Un querido anciano de la iglesia en USA me decía que dentro
de 50 años ya no será fácil encontrar una iglesia bíblica. En la actualidad
existe una corriente de multitudes, apareciendo cada día, donde las doctrinas
ortodoxas son acompañadas con conductas libertinas, impías y mundanas, propias
de personas no-regeneradas. Antes parecía que las doctrinas ortodoxas estaban
siendo influenciadas por la oscuridad del mundo; hoy el mundo ha adoptado una
forma de religión donde la doctrina ortodoxa es el adorno de toda serie de
prácticas paganas.
Me comentaba, este querido anciano, que el tamaño de la
iglesia de George Whitefield, el predicador del avivamiento de sus días, fue de
unos 40 miembros solamente, y que además el gran predicador estaba muy contento
con ello. Sin embargo, en nuestros días, hay ministros que estarían contentos
con una congregación como la que expulsó a Jonathan Edwards: 253 miembros, 230
no-regenerados y solamente 23 creyentes; y ellos ministrarían de tal forma en
que ambas facciones se encuentren satisfechas con el desenvolvimiento
ministerial del pastor: la predicación tendría que ser ambigua y en tono de
grises; pero ¿agradará esto al Cristo, la Cabeza de
la iglesia? Pienso hasta en la horrible posibilidad de que tales
ministros prefieran que se retiren los 23 creyentes que son “los perturbadores
de la iglesia” para quedarse en paz con los 230 “coolvinistas” quienes, sin
lugar a dudas, votarían a favor de la expulsión de los 23 regenerados.
La iglesia no se gobierna por el voto democrático de las
ovejas; pero las ovejas reconocerán cuando el pastor actúe de manera bíblica en
cada aspecto de su ministerio.
En el año 2001 la Prensa Bautista, de la Convención Bautista
del Sur, publicó un artículo titulado “Incrédulos
en las Iglesias Bautistas: Una Afrenta a Dios” con el propósito de que los
pastores presten atención a lo anti-bíblico de esta práctica y sobre las
consecuencias de incluir en la membrecía de las iglesias locales a personas
no-regeneradas.
Sobre este mismo tema, el pastor Tom Ascol mencionó un incidente
donde 2 pastores fueron quitados de sus puestos “por medio de una votación
democrática de aquellas iglesias” donde se incluyeron personas que casi nunca
asistían a la iglesia, pero que estaban registradas como parte de la membrecía
de aquellas iglesias locales.
Llenar las iglesias con personas bautizadas, pero
no-regeneradas, trae consecuencias terribles por los métodos que el
no-regenerado utiliza para tratar los problemas eclesiásticos. Cuando un pastor
en tal situación intenta establecer los principios bíblicos en medio de aquella
membrecía, comenzará una guerra entre el púlpito y las bancas llenadas por
personas no-regeneradas. El final de aquella guerra será remover del púlpito a
dicho pastor y despedirlo. ¿Aceptaría usted como
pastor, pastorear esa clase de membrecía?; ¿Cree usted que pueda haber una
solución basada en las Sagradas Escrituras para corregir dicha congregación
compuesta por una alta membrecía no-regenerada? Bueno, creo que tal
“iglesia” no soportará la sana doctrina y buscará hacerse de un pastor, o
maestro, conforme a sus propias concupiscencias (2Ti 4:3)
Para terminar, quisiera mencionar el final de la caída del
pastor Jonathan Edwards, después que la iglesia donde fue pastor por poco más
de 20 años, lo terminara expulsando, no sin antes llenar todo el país con el
escándalo.
El pastor Jonathan Edwards terminó en el exilio muy al oeste
del pueblo de Stockbridge donde intentó, con la ayuda de traductores, ministrar
a indios nativos que entendían muy poco de lo que tenía que decir. Fue en ese
exilio donde él escribió sus más importantes tratados teológicos.
Poco antes de su muerte, su reputación fue reivindicada por
un nombramiento para la presidencia de la Escuela de Nueva Jersey (conocida
después como la Universidad de Princeton), pero trágicamente murió de una
enfermedad a la semana siguiente de su nombramiento.
Voy a mencionar nuevamente el titulo de esta enseñanza: ¡La iglesia no es una Democracia!: Cristo es
la Cabeza, no la membrecía de la
Iglesia
Amén
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