Ahora, este artículo no es uno que se escriba desde un escritorio, o que nazca de la lectura de algún libro ¡nada de eso! Este articulo lo escribo desde mi propia experiencia personal, y la de hermanos que congregan en este tipo de iglesias por no hallarse en su lugar una iglesia reformada.
Hace muchos años atrás, mi esposa y yo tuvimos que viajar para vivir fuera de la ciudad de Lima y donde llegamos tuvimos que buscar una iglesia a la cual debíamos congregar. Lamentablemente, las iglesias bautistas del lugar tenían una doctrina muy liberal y carnal, lo cual me condujo a elegir a una iglesia pentecostal para asistir con mi familia. Yo nunca he aceptado la doctrina pentecostal ni carismática, desde que el Señor me salva he creído firmemente en la cesación de los dones de señal, y hemos tenido una perspectiva diferente a la de los hermanos Pentecostales en cuanto al bautismo del Espíritu Santo. Lo que quiero decir, a manera de aclaración, es que mi caminar doctrinal no ha sido tambaleante en cuanto a estas doctrinas bíblicas, no es que una vez fui continuista y ahora soy cesacionista, o viceversa, no he ido de acá para allá arrastrado por la doctrina, o la tendencia, que estaba de moda.
El ejemplo confesionalista de los Pentecostales
Lo que pude aprender de ellos, es algo que me llamó mucho la atención en cuanto a doctrinas en las cuales no comparto con estos hermanos, que son, entre otras, las siguientes:
- El Bautismo del Espíritu Santo es una obra posterior a la del nuevo nacimiento (o regeneración); y,
- La consecuencia de ser bautizado por el Espíritu Santo se manifiesta por medio de hablar en lenguas.
Estas dos doctrinas son los pilares de la fe Pentecostal, y en esto yo creo que ninguno de los que leen este artículo podría refutar.
El ejemplo confesional de los hermanos Pentecostales está en lo siguiente:
- Si usted no es bautizado por el Espíritu Santo, con la correspondiente manifestación del don de lenguas, no puede ser bautizado en agua. (por lo menos en algunas congregaciones se observa esta regla)
- Si usted no cree que los dones milagrosos continúan en nuestros días; con la correspondiente manifestación del don de lenguas, don de sanidades, don de profecía, don de milagros, etc., no puede ser ministro de la Palabra y; por lo tanto, no puede ser admitido como misionero en sus filas.
- Si usted no cree en la expiación universal de Cristo, el libre albedrio, etc. No puede ser admitido como miembro o ejercer algún oficio como diacono o pastor; así como no podría participar en ninguna clase de liderazgo.
Sé que algunos considerarían como “herejes” estas afirmaciones, mientras que otros no lo harían; pero ese es el credo – o la confesión – que ellos abrazan y son consecuentes con este credo (por mi parte yo creo que es errado)
El ejemplo confesionalista de los Bautistas Arminianos
De igual manera con los hermanos Bautistas Arminianos (por favor no se tome esta forma de escribir de forma peyorativa o despectiva).
En los inicios de mi ministerio estuve como “pastor-misionero” en una iglesia bautista arminiana; aunque yo les había informado por adelantado que mi confesión (y práctica) de fe estaba resumida en la Confesión de Londres de 1689, ellos decidieron aceptarme en sus filas.
A pesar de ello, y de que esta iglesia ofrendaba para el sostenimiento de mi familia, prediqué la posición bíblica en cuanto al decisionismo, el cristiano carnal y el dispensacionalismo (doctrinas que ellos creían firmemente en su declaración de fe). ¿Cuál fue el resultado de no callar el mensaje de las Escrituras? ¡Que me echaran de sus filas!
Sin embargo, no dejo de admirar la unidad que ellos tuvieron para decidir, sobre la base de su declaración de fe, el retirarme de la misión.
Como experiencia, puedo sostener que dos creyentes que abrazan diferentes confesiones no pueden prestar servicio al Señor de manera unida. Por ejemplo, mientras la iglesia en la que yo pastoreaba estaba siendo enseñada del error del decisionismo y predicábamos el evangelio de manera bíblica; sin embargo, la iglesia “madre”, según su creencia doctrinal, enviaba a nuestra zona, para ‘apoyarnos’, hermanos y misioneros que practicaban el decisionismo como una forma de hacer evangelismo, trayendo consecuencias negativas a la causa de Cristo en aquella zona.
Otro ejemplo: En la iglesia central cuando me tocaba predicar, yo exponía sobre la soberanía de Dios, y luego predicaba otro pastor en contra del mensaje que yo había predicado anteriormente; esto tuvo como resultado una división en el pensamiento doctrinal de los hermanos que congregaban en tal lugar.
No teníamos una misma manera de creer, por ello, no podíamos servir juntos, ni avanzar como se debería.
Ellos no cedieron en sus credos, así como yo tampoco cedí en mis convicciones confesionales, por lo tanto, tuvimos que separarnos: ¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo? (Amós 3:3)
¿Ser confesional de nombre solamente?
Tanto los Pentecostales; así como los Bautistas Arminianos son confesionales, no solamente en teoría – o en nombre; sino que lo son en la práctica.
La actitud práctica del confesionalismo de ellos es digna de imitar; aunque yo no esté de acuerdo con sus posiciones confesionales, ya que yo me considero un Bautista-Confesionalista-Puritano.
¿Agradan a Dios todas las uniones?
Otro ejemplo confesional que conduce a la unidad lo encontramos en esta declaración:
Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra. (Gn 11:4)
¿Y qué fue lo que dijo Dios?
Y dijo Jehová: He aquí EL PUEBLO ES UNO, y todos éstos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer. (Gen 11:6 – Mayúsculas y negritas añadidas)
Esa declaración reducida convocó a muchos a la unidad, pero esa unidad no agradaba a Dios.
Yo me hago la siguiente pregunta ¿Sera que Dios se agrada de una unidad donde no haya convicciones doctrinales? Los Pentecostales y los Bautistas Arminanianos responderán: ¡No, no puede haber agrado en Dios por una unidad sin doctrina! Entonces, ¿Por qué será que los “Bautistas Reformados” no podemos entenderlo de la misma manera?
¿Unidad sin doctrina – confesión?
Es difícil para uno de postura reformada salir a evangelizar con un decisionista, o un pentecostal; porque ellos lo llevan todo al plano de la voluntad del hombre, a la decisión vacía y a las señales milagrosas para que el impío pueda creer; mientras que un reformado descansa en la voluntad de Dios para la salvación del alma pecadora.
Si yo estuviera congregando dentro de una iglesia arminiana y/o pentecostal y me escucharan predicar el evangelio y las doctrinas de la salvación y conversión y santificación, seguramente que me llamarían la atención o me disciplinarían por predicar de manera “diferente a sus posturas confesionales”; como ya les he mencionado antes.
La única alternativa para que yo pueda permanecer ‘unido’ a ellos es que yo calle mis convicciones bíblicas y me olvide de practicarlas, pero eso no es bueno, ya que yo estaría cometiendo pecado con la finalidad de “permanecer unido”
Ellos (los Pentecostales y Bautistas Arminianos) hacen énfasis en una unidad en doctrina, en primer lugar, para luego tener una unidad en el servicio a Dios.
“Bautista Confesional” de nombre solamente
En nuestros días ése es el clamor de muchos “bautistas confesionales 1689”: “SER CONFESIONAL DE NOMBRE SOLAMENTE”, diferente a los “Pentecostales confesionalistas” y a los “Bautistas Arminianos confesionalistas” quienes llevan a la práctica sus creencias doctrinales, dándoles la importancia debida; haciéndolos separase de aquellos quienes no afirman sus mismos credos; y eso es una verdadera lástima.
Cuando un BAUTISTA CONFESIONAL 1689 quiere “vivir su credo”, tal como lo hicieron los primeros Bautistas-Puritanos quienes redactaron dicha Confesión, no es de sorprender que le lleguen los siguientes calificativos despectivos: “radicales”, “landmarkistas”, “sectarios”, etc.
Lo que se busca en nuestros días es que las personas crean de una forma ‘romántica’ en las doctrinas que distinguen a su denominación; ello es la causa de que la unidad se ha convertido en un “objetivo en sí mismo” por encima de la doctrina y práctica sana que debe tener una iglesia local.
El descuido de afirmar solamente “de nombre” nuestra Confesión, ha traído una mezcla de toda clase de doctrinas, movimientos y posturas distintas dentro de la membresía de las iglesias “Bautistas Reformadas de Hoy”; cada Bautista Reformado de Hoy tiene su propio punto de vista doctrinal ya sea de acuerdo a su pastor favorito, o a su conveniencia o gusto personal; llegando a convertirse tal iglesia local, en una iglesia ingobernables, inútiles e irreverentes hacia Dios. Ellos, aunque abiertamente no lo dicen, postulan la idea de que: “está bien que tengas tu confesión de fe, mientras no la quieras poner en práctica con nosotros”
Un ejemplo lamentable lo encontramos en mi país, Perú; cuando una misión internacional, que decía que era Confesionalista 1689, en realidad no estuvo basada en tal credo; es más, ni siquiera podían hacer una exposición de dicha Confesión, pues no la llegaron a conocer ¿Cuál fue la consecuencia de ello? Una división escandalosa y vergonzosa.
Un llamado a la reflexión
Los Pentecostales van a mantenerse en sus posiciones confesionales al igual que los Bautistas Arminianos; y ellos seguirán existiendo y separándose de aquellos quienes no comparten sus mismos credos, aunque no sean ortodoxos. Ellos no renuncian a sus confesiones por ninguna clase de unidad interdenominacional; sino que ellos siempre buscan la unidad SOBRE LOS FUNDAMENTOS DOCTRINALES DE SUS DENOMINACIONES.
¿No es ese un ejemplo para los que nos llamamos Bautistas Confesionales?
Si usted afirma ser confesionalista; entonces, viva y practique según su credo. De lo contrario es mejor ser sincero y decir: “soy 30% confesional”; o “solamente amo las doctrinas de la gracia”; porque su actitud de no ser 100% confesional guía al error a muchos hermanos, ya que desfigura completamente la pureza de la fe confesional que redactaron y vivieron nuestros padres Bautistas quienes nos dejaron su legado plasmado en la Confesión Bautista de Fe de Londres de 1689.
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