[Nota del Editor: Este fragmento es de Richard
Phillips, publicado por primera vez en Reformation 21, el blog de la Alianza de
Evangélicos Confesionales. Se comparte solo en parte, de acuerdo con el Uso
Justo y se proporcionará un enlace a continuación para que pueda leer el resto.
Decidimos publicar este artículo, a pesar de que ninguno de los colaboradores
de Pulpit & Pen pertenece a la Iglesia Presbiteriana de América (Presbyterian
Church of América - PCA), porque se ha hecho un buen trabajo al explicar una discusión
que desesperadamente necesita producirse en el evangelicasmo. La Atracción por el Mismo Sexo (AMS) se está convirtiendo rápidamente en
una situación normal entre los nuevos
calvinistas y en los círculos
fuertemente influenciados por The Gospel
Coalition y ERLC (Ethics and Religious Liberty Commission – La Comisión para la Libertad
Ética y Religiosa), siempre y cuando el individuo de la AMS permanezca célibe. Se
está predicando ampliamente que el Espíritu Santo puede dejar que alguien
permanezca en la AMS, rebajando la obra del Espíritu Santo en la santificación
y robando a las personas la esperanza de la obra de Dios Espíritu en sus vidas.
También creemos que "quitar el pecado" a la AMS o crear una clase
especial para creyentes de la AMS es el primer paso hacia la aprobación de la
conducta homosexual.]
En estos días, parece que casi todas las semanas los medios
de comunicación social destapan otra erupción a lo largo de la línea de la
falla volcánica de la Iglesia Presbiteriana de América (Presbyterian Church of
América - PCA) entre 1) la adaptación social y 2) la compasión y obediencia bíblica. Esta
semana, una conferencia promocionando estrategias para hablar de la AMS ha
levantado cabezas y provocado comentarios. Este evento en particular parece ser
un intento loable de balancear la tensión: mientras llama por una aceptación
compasiva por los cristianos AMS, también hace declaraciones claras en apoyo
del matrimonio bíblico y toma una posición en contra del comportamiento
homosexual que la mayoría de las personas de nuestra sociedad considerarían
fundamentalista. En consecuencia, los conservadores deben abstenerse de trazar
las peores implicaciones posibles de lo que parece ser un intento serio y
responsable de hablar sobre esta principal ‘piedra angular’ cultural.
Mientras que evitamos la división histérica, podemos notar
que una gran interrogante pende sobre el proceso de traer a una condición normal
a la AMS como categoría cristiana. Parece que hay un consenso creciente en la Iglesia
Presbiteriana de América (Presbyterian Church of América - PCA) de que podemos y debemos distinguir entre 1) la
orientación sexual de una persona y 2) los deseos pecaminosos. Parecería ser
que la alternativa es que les digamos a los hombres y mujeres que luchan contra
la homosexualidad que lo que consideran parte de lo que son es pecaminoso y
(como algunos lo harían) someterlos a tortuosas técnicas de rehabilitación que
probablemente incluyen descargas eléctricas. El puente, por lo tanto, entre la
compasión y la fidelidad bíblica es abrazar la condición de "homosexual en Cristo" como una
categoría normal y saludable y luego ayudar a nuestros hermanos
y hermanas LGBTQ a vivir célibemente con estos deseos.
Un problema con esta estrategia motivada por el amor es que
ella colapsa bajo el peso de la Escritura. El argumento bíblico en favor de la
aceptación de la AMS va como sigue: siempre distinguimos entre deseo y tentación. Un heterosexual puede experimentar sin pecado una
atracción hacia un miembro del sexo opuesto sin ceder a la lujuria. Lo mismo
debe ser el caso para un homosexual. La orientación no es necesariamente
pecaminosa, en tanto que el deseo represente una tentación que debe ser evitada.
El asunto clave es la acción final: ¿Cede a la tentación la persona
(heterosexual u homosexual) y comete el pecado?
Una primera crítica de esta propuesta hará notar que falla
en no aplicar el enfoque ampliamente diferente de la Biblia para la
homosexualidad versus la heterosexualidad, solamente uno de ellos puede ser siempre
puro. Pero el problema principal es que la Biblia no distingue entre
orientación y deseo; en tanto que, en lugar de ello, clasifica el deseo como
tentación. Bíblicamente, la tentación es la circunstancia externa que estimula
el deseo al pecado. Pero el deseo por el pecado mismo es una expresión de
nuestra naturaleza pecaminosa. Las iglesias que creen en la Biblia toman
este enfoque virtualmente para todo pecado que no sea la homosexualidad (a
menudo se señala que nunca adoptaríamos el enfoque pro-AMS para el racismo, por
ejemplo). Un enfoque bíblicamente preciso de la homosexualidad debe, por lo
tanto, ser congruente con nuestra comprensión del pecado en general.
Un texto clave es Santiago 1:14-15 “sino que cada uno es
tentado, cuando de su propia concupiscencia (deseo*)
es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia (deseo*), después que ha concebido, da a luz el pecado; y el
pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (deseo* según la Versión Estándar en Inglés) Note que Santiago no
iguala el deseo con la tentación, sino que hace una distinción
entre ellos. El deseo es una disposición interna hacia un pecado dado. Como
Santiago lo ve, la cuestión clave no es la tentación sino el deseo: hasta que
el deseo sea santificado por la
gracia de Cristo, la tentación
producirá una conducta habituada al pecado. ‘Epithumia’ es la palabra
griega traducida como ‘deseo’ e identifica un impulso interno y casi siempre
tiene una connotación pecaminosa (vea Romanos 7:7-8, Gálatas 5:17, Colosenses 3:
5, y 1 Tesalonicenses 4:5) Por lo tanto, aislar la orientación del deseo pecaminoso
es simplemente contrario a la Escritura.
Teológicamente, la palabra clave es ‘concupiscencia’, la
cual nos llega de la teología católica romana. La Vulgata Latina traduce ‘Epithumia’
como ‘concupiscencia’ viéndola como una orientación o disposición previa al
pecado. La Reforma Protestante no encontró sustento bíblico para una orientación pura que conduzca al pecado
e igualó la concupiscencia con el pecado original. Entonces, como es usualmente
el caso, no hemos sido dejados a nosotros mismos para resolver la cuestión de
la AMS. Tanto bíblicamente como en la teología reformada, la orientación y el
deseo no pueden separarse; están juntos, ellos deben ser limpiados por Cristo y
mortificados por el cristiano. (Para importantes artículos en el tema de la
concupiscencia vea R. Scott Clark y Derek Thomas – Links al final del presente
artículo). Herman Bavinck señaló que el enraizamiento del pecado en la
voluntad, además de la naturaleza caída, es el impulso del racionalismo, no de
la Biblia. Señaló que bajo el humanismo secular, "la idea básica era
siempre que el pecado no está arraigado en una naturaleza y no es una
disposición o un estado, sino siempre un acto de la voluntad". En cuanto a
cualquier idea de que Dios endosa con aprobación cualquier orientación al
pecado, Bavinck respondió lo siguiente:
No solamente la Escritura testifica en contra de este punto de vista, sino que la conciencia moral de todos los humanos se levanta en protesta contra ella. El pecado puede ser lo que sea, pero una cosa es cierta: Dios es el Justo y Santo que lo prohíbe en su ley, atestigua contra ello en la conciencia humana y lo castiga con condenas y juicios.
Esto nos conduce al segundo problema con el intento amoroso
de ‘aceptar la AMS’, pero negar una conducta habituada a la homosexualidad:
ello choca con la realidad. Si el deseo por el pecado no es mortificado (Col
3:5), entonces producirá una conducta habituada al pecado cada vez que se
presente con la tentación. Aquí está el dilema de las bienintencionadas
iglesias pro-AMS que van a tener que enfrentar: ¿realmente puedes aceptar el
deseo como ‘no-pecaminoso’ y persistir en condenar ‘la conducta habituada’ como
pecaminosa?
Para algunas iglesias de hoy, la respuesta es No. De hecho,
este es el testimonio de aquellas Iglesias Presbiterianas de América
(Presbyterian Church of América - PCA) que han dejado nuestra denominación para
comuniones que afirman LGBT. Argumentan que no es amoroso recluir a las
personas que no tienen la culpa de su propia atracción por el mismo sexo, a una
vida de soledad sin relaciones sexuales y que ya no puede negárseles a ellos para
que sean miembros de la iglesia (y, con ello, al liderazgo) sobre esta base. Sin
embargo, la realidad bíblica y práctica es que el deseo y la conducta no pueden
separarse. Esta es la razón por la cual Salomón nos instó a nunca descansar
cómodamente con las corrupciones en el corazón, sino que instó: "Mantengan
su corazón con toda vigilancia, porque de él fluyen las fuentes de la
vida" (Proverbios 4:23).
¿Entonces cual es la alternativa? ¿Debemos elegir entre la
fidelidad bíblica y la compasión como la de Cristo? La respuesta es No, ¡mil
veces, No! Para rechazar esta alternativa, debemos apreciar a las Iglesias
Presbiterianas de América (Presbyterian Church of América – PCA) que buscan
ministrar a la comunidad homosexual mientras mantienen el matrimonio y el
comportamiento sexual bíblico. El problema de ellos es que afirman que la AMS
es una categoría cristiana, "gay en Cristo", esto es tanto bíblicamente
inexacta como humanamente irreal. ¿Qué más, entonces?
El ‘qué más’ para el problema homosexual resulta ser igual
para cada otro pecado. No conozco a ningún cristiano que afirme una orientación
hacia el culto a los ídolos, a la blasfemia, a la violencia, a la pereza, al
robo, a la mentira o a la codicia (estoy leyendo los Diez Mandamientos, usted
observará). Entonces, ¿por qué deberíamos tomar una posición más positiva hacia
el deseo homosexual que cualquier otro deseo pecaminoso, especialmente cuando
la Biblia habla con particular estridencia cuando se trata de pecados sexuales
contra el orden creado? La respuesta es que por el amor de Dios y al hombre no
deberíamos.
Puede leer el resto del artículo del blog siguiendo el
siguiente enlace:
[Nota del Editor: Esto fue escrito por Richard P.
Phillips y publicado en Reformation 21]
Para los artículos relacionados con el tema de la
concupiscencia:
Este artículo traducido se encuentra en el siguiente link:
Traducido por: Guillermo de Lama, pastor de la Iglesia Bautista Reformada de Lima.
Comentario del traductor.- Solamente que pensemos en la trascendencia de este
asunto: si se acepta que un ‘cristiano’ puede tener deseos sexuales hacia otra
persona del mismo sexo, pero que no es pecado en tanto que se mantenga célibe,
y considerarlo bajo la categoría ‘cristiano homosexual’; entonces ¿Qué más
sigue? Si un 'cristiano' tiene deseos sexuales hacia un animal ¿deberá crearse la
categoría ‘cristiano zoofílico’?; y si tiene deseos sexuales hacia las personas
muertas, ¿inventaremos otra categoría llamada ‘cristiano necrofílico’? ;
Finalmente la pregunta: ¿Deberían los tales ser aceptados en la membrecía de
una iglesia local y candidatos al ministerio y al liderazgo?
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