sábado, 25 de marzo de 2017

Resolviendo los problemas en Colosenses 2:16,17


Colosenses 2:16,17 (R.V 1960):  16.Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, 17 todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo.

Este pasaje, es a primera vista, el que habla más fuerte en contra de un día de reposo (sabbath) en el Nuevo Testamento y debemos darle el peso completo que merece. No tenemos derecho para hacerlo menos directo de lo que es, debemos tratarlo con cuidado, y seguir hacia donde nos lleve. Cualquier otro forma de tratarlo socava nuestras pretensiones de respeto por la inspirada e inerrante Palabra de Dios.

A primera vista, parece indicar que no hay un día de reposo que guardar para los creyentes del Nuevo Pacto, y esto es un problema para todos nosotros quienes profesamos creer que hay un día para ser guardado santo al Señor. No podemos pretender que este texto no existe, no podemos parpadear los ojos cuando leemos el capítulo, no podemos obviarlo en nuestra exégesis. Merece el peso completo que damos a cada otro texto en la Escritura, y debemos seguir su enseñanza. Deseo con todo mi corazón ser obediente a la Palabra de Dios y fiel a todo lo que dice.

Pero las primeras vistas, o lecturas superficiales del texto, no siempre son las mejores o más respetables maneras para manejar el pasaje y su doctrina. De hecho pueden ser engañosas y producir conclusiones deficientes. Cada texto de la Escritura debe ser tratado con un cuidadoso tratamiento exegético. Para muchos Bautistas Calvinistas, este principio es fácil de ilustrar. Creemos que la intención de Dios al enviar a su Hijo fue para obtener la redención para sus elegidos. Y sin embargo hay varios textos en el Nuevo Testamento que parecen enseñar, a primera vista, que Cristo murió por todos los hombres indiscriminadamente. Hemos tenido que trabajar a través de estos textos con cuidado y cautela antes de aceptar la doctrina de la redención particular. No hemos encubierto estos textos, pero si los sometimos a la exégesis en sus contextos, dando el debido peso a una variedad de consideraciones hermenéuticas. El resultado es que estamos convencidos que nuestro entendimiento del alcance de la muerte de Cristo es armonioso con las Escrituras.

Las mismas necesidades son genuinas para pasajes como Colosenses 2:16-17. Venimos a la Escritura con nuestras propias deficiencias, no siempre entendemos el lenguaje, la cultura, o la progresión teológica, y siempre debemos hacernos preguntas como ¿Estoy leyendo esto correctamente?, ¿Es posible que me falte alguna información que me ayude a entender mejor este pasaje? Por medio de preguntas como estas, necesitamos trabajar arduamente con las palabras de Pablo. Nunca debemos tergiversar la enseñanza de la Biblia
En aras de la brevedad, las palabras clave en nuestro texto son “días de fiesta, luna nueva y días de reposo”. Pablo dice que ellas son sombras de las cosas por venir, porque la realidad ha venido a nosotros en Cristo. Por esta razón, los Colosenses no deben permitir a nadie que los juzgue en referencia a estas cosas que son sombras. A primera vista, esta es una declaración clara contra cualquier observancia continua del día de reposo, y así yo pensé una vez. Pero al leer una nota al pie de página del comentario de John Lightfoot sobre este capítulo, algo importante me llamó la atención.

Siete veces en la Biblia, estas mismas tres palabras se usan juntas, y en cada caso se refieren al número total de los días religiosos de obligación para Israel. Los textos son 1Crónicas 23:31 (27-31), Nehemías 10:33, 2Crónicas 2:4 y 31:3, Isaías 1:13 y 14, Ezequiel 45:17, y Oseas 2:11.En todos los casos, las palabras se refieren a la plenitud de las observancias relacionadas con el tiempo ordenadas a Israel. A la luz de Levítico 23, sabemos que había días de reposo que no eran el séptimo día; sino que estaban asociados con las fiestas que fueron designadas como días de reposo, independientemente del día de la semana en que cayeran. Esta es la razón por la que la palabra días de reposo se refiere a todos los días: el séptimo día y todo el resto de los días de reposo, que debían ser observados por Israel.

Cuando leo Colosenses 2:16 y 17, y veo estas palabras juntas, recuerdo que el Apóstol Pablo fue completamente entrenado en la teología del Antiguo Testamento. Lo conocía  técnicamente, no sólo en términos generales, y habiendo sido él entrenado por eruditos de primera categoría, estaba familiarizado con todas sus complejidades y tecnicismos. Cuando veo a Pablo poniendo juntas todas estas palabras exactas en este lugar, le doy suficiente crédito para reconocer que las usa de la misma manera que se usan en todas partes en la Escritura inspirada. Como estas palabras son un paquete en cada uno de esos lugares, de la misma forma toda regla de la exégesis apoya la opinión de que son igualmente un paquete aquí.

Y así podemos decir con Pablo, en los términos más firmes: "todos los días asociados con el Antiguo Pacto ya pasaron. No debemos guardar días de fiesta, luna nueva y días de reposo - el séptimo día, la Pascua, la fiesta de los Tabernáculos, etc. Ya pasaron. La sustancia del cuerpo es Cristo. Él ha venido, y entramos en la plenitud de su venida”. Cuando miramos Colosenses 2:16-17 a la luz de la analogía de la Escritura, y vemos que el mismo lenguaje técnico es utilizado en otro lugar para describir un paquete de días del Antiguo Testamento, nuestro problema se resuelve. El apóstol no está hablando del fin absoluto de guardar cualquier día; más bien habla de la abrogación de todos los días judíos. Los cristianos gentiles, e incluso los cristianos judíos, no estaban absolutamente obligados a observar estos días del Antiguo Pacto.

Podemos decir a la luz de la analogía de la Escritura que tenemos un día diferente, un día que expresa la plenitud de nuestra redención en Cristo. Tenemos el primer día de la semana, un día que conmemora la Nueva Creación en Cristo a través de su resurrección de entre los muertos. Guardémoslo para la gloria de Dios.

Escrito por el pastor James M. Renihan

Traducido por el hermano Enrique Fernández

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