jueves, 11 de abril de 2013

El Declive del Cristianismo de Hoy: Rodando Cuesta Abajo


La “Controversia del Declive” fue una de las disputas más significativas en la vida del pastor Charles Spurgeon, la cual tuvo lugar casi al final de la existencia de este valiente predicador Inglés; quien en el último año de su vida escribió, refiriéndose a la enfermedad que tuvo: “Estar libre de todos los enredos eclesiásticos es para el ministro cristiano una bendición que vale la pena sea cual sea su costo, a pesar de que una enfermedad casi fatal podría ser contada como parte del precio”

Son muchos los ministros que en los últimos años están llevado su atención a los escritos que se publicaron por medio de la revista “La Espada y el Cucharón” (The Sword and the Trowel), considerando que la iglesia de hoy viene atravesando por otro declive que, aunque puede parecer una coincidencia por la similitud en las situaciones actuales con las que acontecieron hace más de 130 años atrás, es en realidad la repetición de las estrategias de aquel que busca que la iglesia del Señor sucumba en el error doctrinal y espiritual y cuya consecuencia es una vida falta piedad genuina y desviada de la voluntad de Dios.

En esta primera publicación, de una serie de no sé cuántas, quisiera compartir lo que se escribió en la mencionada revista en el año 1887:
Algunos de los ministros retuvieron su solidez calvinista y la pureza de carácter en sus vidas, y éstos, como una regla, dieron prominencia a las doctrinas del evangelio, y fueron celosos en sus ministerios. Pero algunos abrazaron los sentimientos arminianos, mientras otros profesaron un camino medio, y se llamaron a sí mismos “Baxterianos”. Éstos mostraron, no solamente menos celo por la salvación de los pecadores, y, en muchos casos, menos pureza o rigor de vida, sino que ellos adoptaron una corriente diferente en la predicación, que residía más en los principios generales de la religión, y menos en las verdades vitales del evangelio...

Aquellos que fueron realmente ortodoxos en sus sentimientos fueron muy a menudo poco exigentes e infieles en cuanto a presentar ministros herejes en sus púlpitos, así como para escoger a sus asistentes o predicadores ocasionales...

El reverendo Stephen Towgood y el señor Walrond, ministros ellos, fueron ambos reconocidos como ortodoxos; pero el reverendo Micaiah Towgood, un arriano declarado, fue escogido asistente de ellos. Los viejos ministros predicaron la doctrina evangélica, pero ellos complacieron con demasiada facilidad a los deseos de su nuevo colega, y cesaron en requerir una declaración de fe de la Divinidad de Cristo en aquellos quienes buscaban su admisión a la mesa del Señor. Triste decirlo, ellos continuaron trabajando en paz, los viejos hombres repartiendo el “Vino del Reino” y el “Pan Vivo”, mientras que el joven ministro entremezclaba sus “brebajes racionalistas” y su “levadura socianista”

¿Vivimos la misma situación en nuestros días? Es posible que a primera vista no notemos las similitudes de las situaciones que se vienen dando hoy con las que se dieron hace más de un siglo. Yo observaba dos situaciones en particular que resaltan en nuestros días. La primera está relacionada con “una predicación que reside más en los principios generales de la religión, y menos en la verdades vitales del evangelio” En los últimos años podemos notar una tendencia a buscar “mayor terreno en común” entre los evangélicos de diferentes denominaciones y tiendas teológicas, que nace de movimientos cuyos líderes están comprometidos con actividades y movimientos que promueven el ecumenismo denominacional, y aun el ecumenismo con Roma. El objetivo es tratar de reducir al mínimo lo que los cristianos deben creer para “poder trabajar juntos por el evangelio” y para alcanzar este objetivo resulta necesario eliminar las viejas Confesiones Reformadas como la Bautista de 1689 y la de Westminster, entre otras que dan suma importancia a todas, repito: a "todas" las doctrinas contenidas en las Sagradas Escrituras: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. (2Ti 3:16-17)

El argumento es el mismo que en su oportunidad utilizó George Calixto (1586-1656) y que Justo González describe en su obra “Historia del Cristianismo” bajo el capítulo “Jorge Calixto y su Sincretismo”. Aquí algunas notas de la mencionada obra:
Con ese proyecto en mente, Calixto estableció una distinción semejante a la de Melanchthon entre lo fundamental y lo secundario. Todo lo que está en las Escrituras ha sido revelado por Dios. Pero no todo tiene igual importancia. Lo fundamental y absolutamente necesario es lo que se refiere a la salvación. Lo demás es también importante, pues es parte de la revelación divina, y por tanto no podemos desentendernos de ello. Pero no es fundamental.

La doctrina de la justificación por la fe es un ejemplo de esto. Esa doctrina se encuentra indudablemente en las Escrituras. Pero no forma parte de la fe común de la iglesia en los primeros siglos. En consecuencia, aunque es importante, no ha de exigirse de todos, como si quien no la creyera fuera hereje.

De ese modo, Calixto esperaba llegar a un mayor entendimiento y aceptación mutua entre los cristianos de diversas confesiones. Por ello se le ha considerado uno de los precursores del movimiento ecuménico.
Otra de las situaciones semejantes al tiempo del pastor Spurgeon y el nuestro está lo relacionado con “Aquellos que fueron realmente ortodoxos en sus sentimientos fueron muy a menudo poco exigentes e infieles en cuanto a presentar ministros herejes en sus púlpitos”

Esta actitud es muy evidente en nuestros días que vivimos “las fiebres de las conferencias”. No vamos a decir que estamos en contra de todas ellas; pero debemos examinar quienes son los expositores que se invitan para exponer “la sana doctrina” en aquellos eventos. ¿Quiénes son ellos? Aquí encontramos a “predicadores” que sostienen algunas doctrinas ortodoxas; pero que también afirman otras doctrinas que son heréticas tales como: “la evolución teísta” que sostiene un balance entre la ciencia y la Biblia y que niega la creación en seis días literales; otros niegan “la justificación solo por fe” y han abrazado posiciones teológicas heréticas nuevas como “la visión federal de la justificación”; otros son “abiertamente ecuménicos y pragmáticos”; otros son vulgares con sus palabras desde el púlpito, que promueven el uso de tatuajes, el consumo de cerveza, perversiones sexuales, entre otras cosas; la lista sería muy extensa para este espacio tan corto.

¿Es posible que un predicador-maestro de las Escrituras sea 50% “Sana doctrina” y 50% “doctrina hereje”? ¿Debemos considerar a tal persona como “falso maestro”? ¿Debemos escuchar a una persona que reúne estas cualidades en su teología y ministerio? ¿Debemos seguir a los predicadores que invitan a estos hombres a sus conferencias? Como alguien antes preguntó: ¿Es realmente necesario desenmascarar a estas doctrinas como herejías y al liberalismo como mentira? ¿No podemos ver lo bueno en estas cosas y cooperar con esta gente?

En el libro “La Separación y la Obediencia” se presenta una pregunta muy oportuna y que exige una respuesta de nuestra parte:
¿Está algún lector involucrado en una alianza denominacional en la que se está identificando con falsos maestros, les está otorgando reconocimiento, y los está alentando? ¿Está alguno cooperando con los tales maestros en algún programa evangelístico? La separación de los falsos maestros no es la opinión de los hombres sino lo que Dios exige de nosotros; y si vamos a serles fieles (a Dios) debemos obedecerle.
Spurgeon fue en su tiempo “la voz que clamaba en el desierto”, Dios nos llama a ser lo mismo para nuestros días.

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