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lunes, 8 de abril de 2013

La Contextualización del Evangelio (Parte 1)


En estos días he estado leyendo muchos artículos que hablan de la necesidad de “contextualizar el evangelio a esta era posmoderna” después de los cuales pude darme cuenta que son muchos los ministros y creyentes que creen en este nuevo método de presentar el evangelio de Jesucristo y algunos lo están implementando en sus iglesias. La verdad es que esto se está convirtiendo en el “boom” de nuestros días; lamentablemente muchos pastores, y líderes siguen una filosofía “dirigida por la novedad” o “por quien es el pastor que lo dice” más que por lo que las Escrituras establecen. Como un pastor ya lo ha dicho “el contraste real en un modelo de ministerio competente no es lo tradicional versus lo contemporáneo; sino lo escritural comparado con lo no-escritural”

A fines del año anterior, en el número de “The Pulpit Magazine”, se incluyó un artículo muy extenso acerca de este tema, cuyo autor es el pastor Phil Johnson del Ministerio Gracia a Vosotros. Al principio estuve pensando en redactar una entrada algo extensa, donde podría incluir los pensamientos de este pastor; pero luego dije que sería mejor traducir todo el artículo (10 paginas A-4) que fue publicado en idioma Inglés, para los hermanos que quieren oír otra opinión sobre este tema de la “contextualización del evangelio”

Por ello, me tomará algunas semanas ir trabajando en las traducciones, pero aquí les quiero compartir la primera parte y espero que, no solamente la disfruten, sino que comparen los argumentos con las Escrituras:
¿Contextualización? Por Phil Johnson (Parte 1)
Muchas personas argumentan que el apóstol Pablo es el mismísimo modelo de un ministro estratega postmoderno, y que Hechos 17 es el clásico pasaje narrativo donde podemos ver su genio por una asimilación cultural en todo su perfecto esplendor.
 ¿En serio? Vamos a ver cómo se desarrolla este capítulo.

En Hechos 17, Pablo predica a la aristocracia intelectual de Atenas. La narrativa incluye uno de los clásicos ejemplos de la predicación del evangelio en el Nuevo Testamento. Es un ejemplo especialmente útil de cómo confrontar la falsa religión, la filosofía secular, y el elitismo académico en un escenario evangelístico. Y todo esto tiene lugar en el propio terreno de los filósofos. Esta es una de las porciones más conocidas del libro de los Hechos, pero es también una de las secciones más abusadas de toda la Escritura. Se ha convertido en el pasaje favorito de aquellos que insisten que si nosotros no buscamos (o creamos) mucho terreno común, en tanto sea posible, entre la iglesia y la cultura no estamos contextualizando propiamente el evangelio.
Pablo se mezcló dentro de la cultura”, ellos dicen. “él adoptó la visión del mundo y el estilo de conversación de sus oidores. El observó su religión, escuchó a sus creencias, y aprendió de ellos antes de intentar alcanzarlos. El nunca intentó ofenderlos refutando lo que ellos creían. En lugar de ello, él tomó sus ideas del dios desconocido, abrazándolo, y usándolo como un punto de inicio para su mensaje acerca de Cristo. Pablo en su sermón en el areópago incorpora todos los elementos principales del ministerio misionero postmoderno: cultura, contextualización, conversación, y caridad.
En realidad, Pablo no usa ninguna de esas estrategias – al menos no en la forma en que ellas han sido definidas y empacadas por los “creadores de tendencias” de hoy.

Pablo era valiente y hablaba claro. Él era contra-cultural, confrontacional, seguro, y (según los estándares atenienses) era de “mente cerrada”. El ofendió a un número significante de la elite intelectual ateniense. Él se marchó de ese encuentro sin ganar la admiración de la sociedad en general, sino con un grupo muy pequeño de escogidos convertidos al Señor.

Ese es el acercamiento bíblico al ministerio público. Usted no mide el éxito o el fracaso por cómo quedó la multitud complacida al final de la reunión. Un mucho mejor barómetro es si los signos de convicción son vistos en los que han oído. Y a veces una reacción negativa fuerte es el resultado de los aspectos convincentes del evangelio. De hecho, cuando los incrédulos se marchan sin arrepentirse de sus pecados y sin abrazar a Cristo, una reacción manifiestamente hostil, puede ser el mejor indicativo que el mensaje fue entregado con claridad y precisión. Una ronda de aplausos y un torrente de buenos deseos de parte de la multitud de mundanos agradecidos, significa que no han escuchado el evangelio para nada.

Nosotros estamos tentados a pensar que cuando la gente rechaza el evangelio es porque nuestro trabajo de presentación ha sido muy pobre. Algunas veces eso puede ser verdad, pero no es necesariamente la verdad. El evangelio es una seria piedra de tropiezo para muchos incrédulos, y ellos con frecuencia se ofenderán o se pondrán enojados cuando el evangelio se les es presentado. Usted simplemente no puede proclamar el verdadero evangelio clara y fielmente si una de sus principales metas es que nadie se moleste por ello. No tenemos derecho de darle una nueva forma al evangelio para que sea más aceptable a los gustos mundanos.

Podemos aprender mucho a partir de lo que el Señor Jesús hizo en Juan 6. Enfrentando un éxodo masivo de Sus discípulos, el Señor no estuvo preocupado acerca de hacer algo para parecer más “agradable” El presionó el mensaje con más claridad y más candor que nunca.

Eso es exactamente lo que Pablo estaba haciendo en el libro de los Hechos capítulo 17. Él no estaba tratando de ganar el respeto de los filósofos de aquella ciudad; él estaba confrontando sistemáticamente sus falsas creencias con la verdad. Él estaba atacando los mismísimos fundamentos de la totalidad de su visión del mundo.

Oposición en todas partes

Debemos tener en mente todo el capítulo 17 del libro de los Hechos cuando leemos sobre el ministerio de Pablo en Atenas. El capítulo comienza de un relato de cómo el ministerio de Pablo terminó en Tesalónica. El evangelio había ofendido tanto a la población judía, que sus líderes, deliberadamente, provocaron disturbios civiles con el fin de desacreditar a Pablo. Como resultado, Pablo no pudo ministrar más públicamente en Tesalónica sin la amenaza de un motín. Así que se marchó para Berea encubierto por la noche (v.10)

En Berea, Pablo no pasó desapercibido. El comenzó a proclamar el evangelio en la sinagoga y también en la plaza pública de allí. Por lo tanto, Lucas dice: “Pero cuando los judíos de Tesalónica supieron que la palabra de Dios había sido proclamada por Pablo también en Berea, fueron también allá para agitar y alborotar a las multitudes” (v. 13)

En otras palabras, el equipo misionero de Pablo tuvo que esconderlo de nuevo. Claramente, Pablo no estaba ganando la admiración general y la popularidad de las organizaciones en las culturas donde él estaba predicando el evangelio. La gente seguía con el deseo de matarlo.

Pablo no podía regresar ni a Tesalónica ni a Berea, porque sus enemigos en aquellas ciudades estaban determinados a desbaratar cualquier ministerio que él haga. Entonces “Los que conducían a Pablo lo llevaron hasta Atenas; y después de recibir órdenes de que Silas y Timoteo se unieran a él lo más pronto posible, partieron” (v. 15)
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La próxima semana, con la ayuda de Dios, estaré traduciendo más de este interesante artículo que habla sobre un tema nuevo y desconocido, que a la luz de las Escrituras no tiene base bíblica.